
¿Privacidad? El derecho a la intimidad
En el actual mundo de la informática, el derecho a la intimidad constituye hoy uno de los baluartes más preciados que el hombre debe defender contra la embestida, cada vez más creciente, de acciones del Estado y de particulares que la invaden y cercenan. Dicho derecho está reconocido en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, la Declaración Universal de Derechos Humanos, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y en la Convención Americana sobre Derechos Humanos, cuyos tratados internacionales ya forman parte integrante de nuestra Constitución. Igualmente, el derecho a la intimidad está protegido en nuestra ley suprema en diversos preceptos como son los Artículos 4, 6, 7, 16, 20 y otros más que, indirectamente salvaguardan la vida privada. Definir la intimidad ciertamente es difícil, pero todos intuimos en que consiste. Por ejemplo, el diccionario de la Real Academia la define como “zona espiritual íntima y reservada de una persona o un grupo, especialmente de una familia”. A partir de la proliferación de Facebook y Twitter miles de miles de personas imitan las conductas de estrellas de Hollywood que en un mecanismo de imitación extra lógica las convierte a la vez en celebridades momentáneas. No se cansan de aparecer, como en un aparador, exponiendo su vida privada con fotos, comentarios y actualizaciones, al tiempo que hurgan sin tregua en las de “amigos”, conocidos y aún desconocidos. Con gran ligereza revelan o exponen aspectos íntimos de su vida privada a las redes sociales de Twitter o Facebook, proporcionando datos íntimos, incluso fotos, quedando registrados en las redes respectivas. ¿Cuál intimidad? Si nosotros mismos ventilamos a cada segundo nuestra vida cotidiana, así como la de nuestros familiares y amigos, de manera que el conjunto de nuestra existencia virtual es almacenada y entregada a terceros; y si a ello agregamos que decenas de agencias monitorean cada una de nuestras comunicaciones, incluyendo desde luego a las agencias gubernamentales, es muy claro que nuestra intimidad en nada se parece a la que prevalecía todavía a mitad del Siglo XX. La paradoja es que como nunca estamos tan vigilados por el poder y por los demás; particularmente el gobierno o cualquier empresa, tiene a su disposición tanta información sobre nosotros.
Fauzi Hamdan Amad
Imágen: Sebastiaan ter Burg
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